viernes, 29 de junio de 2007

20. La Virgen del Carmen de Lima

Julio no es sólo el mes del aniversario patrio, también se celebra una de las fiestas religiosas más tradicionales de la Ciudad de los Reyes: la fiesta de la Virgen del Carmen de Lima, Patrona de los Barrios Altos, Reina Coronada del Criollismo y Alcaldesa Perpetua de la Ciudad de Lima.
En un amplio solar de los Barrios Altos, Don Domingo Gómez de Silva y Doña. Catalina María Doria inculcaron desde 1619, la devoción por la Virgen del Carmen, allí, ya se veneraba una imagen de la Virgen que fue tomada como patrona de la primitiva capilla dedicada a su veneración. Esta imagen es conservada por La Fundadora del Monasterio.
Es la madre superiora María de San Agustín, fundadora del monasterio de Lima, que una vez establecida en Quito y conocedora de las necesidades por las que atravesaba el templo y el claustro después del terremoto de 1655 envió al convento que la vio crecer espiritualmente, la imagen de Santa María del Monte Carmelo (que se venera hoy), pieza del extraordinario arte de la época como fue el de la renombrada escuela quiteña, representada por Manuel Chilli ‘Caspicara’, seguidor del movimiento barroco del XVII.(1)
Para apoyar la veneración y su futuro como monasterio, se fundó en 1627 la Hermandad de la Virgen del Carmen, se estableció en 24 el número de hermanos que portarían el santo escapulario de la Virgen Santísima; y se fijó como fecha para la fiesta principal el tercer domingo del mes de Julio de cada año. La devoción, decayó en los años de lucha emancipadora pero es en la República, a mediados del siglo XIX, que en la zona de clase media y humilde de los Barrios Altos empieza a florecer el fervor hacia esta venerada imagen.
A inicios del siglo XX, cuando surgen los grandes valores de nuestra música, no tardan en encomendarse a la Virgen del Carmen para que los ampare, ya que su templo se encontraba enclavado en el mismo corazón barrioaltino y desde el cual, la Virgen podía brindar su protección a los precursores de nuestro acervo cultural. Aunque no se tengan datos ciertos para afirmarlo, de Felipe Pinglo siendo vecino del Monasterio (calle del Prado) no se duda que haya tenido cierta devoción. También, Alejandro Ayarza “Karamanduka”, que viviera sus últimos años a pocos metros del templo. Y Alberto Condemarín y Carlos A. Saco que vivieran en el barrio e hicieran de sus calles, el centro de sus recorridos bohemios.
Es así que este populoso barrio adopta la devoción de la Virgen del Carmen, y la hace tan suya que no duda en considerarla una Dama más, una vecina que comparte sus jaranas con guitarras y con cajón. Pues, según la creencia popular, la Virgen es tan limeña y gusta de la jarana que, en una ocasión, vino a un callejón y hasta bailó, como se debe, los ritmos criollos. Ya no es sólo la Virgen de los Barrios Altos, sino su patrona, la que ha logrado unir a todos en un mismo sentimiento, desde Cocharcas hasta el Cercado, de las Carrozas hasta la Buena Muerte, todos la proclaman con orgullo como su Reina y Patrona.
De esta forma se da inicio a una tradición que se ha conservado por más de un siglo y que sigue siendo el sello de identidad del culto popular a la Virgen del Carmen de Lima. Cada 15 de julio, en las puertas de su templo se brinda una tradicional serenata criolla para homenajear en su día a la Reina Coronada del Criollismo, organizada por los compositores y artistas criollos.
Augusto Ascues (L. Villanueva, J. Donayre, 1987)(2) cuenta: «...el 16 de julio nos reuníamos para la fiesta de la Virgen del Carmen, todo los amigos y residentes de estos barrios. Se hacían castillos de fuegos artificiales y las vivanderas vendían buñuelos, picantes, anticuchos y picarones, todo se vendía en mesitas. Era bonito sentarse allí a comer y conversar. La víspera de la fiesta se quemaban los castillos, y al otro día salía la Virgen en procesión. Y todo el tiempo estaban las vivanderas, con mucho colorido. Después de la procesión, sobre un tabladillo, cantan los criollos. Yo llegué a cantar durante las fiestas con mi hermano Elías y [Luciano] Huambachano, que era el organizador de todo esto. En ese tiempo los tres éramos un trío...». Otro conocido y activísimo devoto fue, el tradicionalista Gonzalo Toledo Crovetto.
También poetas y escritores han dedicado bellas líneas a la Virgen del Carmen; pero es un vals jaranero, ‘Se va la paloma’ escrito por Cesar Miró con música de Filomeno Ormeño, el que describe “con más gracia, y costumbrismo, con más sabor musical” (Jorge Donayre) la criollísima fiesta del Carmen. Lo grabó el mismo Filomeno Ormeño y su conjunto; en versión Alicia Lizárraga se hizo muy popular y, luego muchos cantantes y conjuntos lo entonaron: “Vamos a la fiesta del Carmen negrita,... Vamos que se acaba ya la procesión,... Vamos a bañarnos en agua bendita,... a ver si podemos lograr el perdón... Estoy en pecado por tu cinturita...”.
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(1) perso.wanadoo.es/virgencarmenlima/carmendelima.

(2) Lorenzo Villanueva R., Jorge Donayre B., (1987), Canción Criolla, Antología de la Música Peruana, Edit. Latina, Lima.

sábado, 23 de junio de 2007

El Còdigo Criollo

El arte, en especial el de arraigo popular, trasciende a la efímera existencia del hombre, durante la cual éste, recepciona, asimila y emite su creación. La belleza de la poesía y la música nuestras, fijaron su residencia en el corazón de nuestros primeros artistas criollos y ellos, se valieron del sentimiento y la emoción para trasmitirnos esa tierna energía a través de las generaciones, logrando tejerla en nuestra piel y grabarla en nuestra memoria.
Pero muchos no entienden, por ejemplo, porqué los viejos cantores nunca dejan de cantar, siempre siguen apareciendo nuevas figuras, las guitarras y los cajones no dejan de fabricarse en los talleres ni, en las tiendas musicales, éstos dejan de venderse.
Es difícil, después de haber crecido, estudiado y trabajado, —aún sin haber nacido en estas tierras—, no enamorarse de ellas. Como es difícil dejar de amarla, después de haber tenido la oportunidad —tan sólo una— de emocionarse, al escuchar algunas notas de su música criolla.
Al comentar el Vol. 2 de Guardia Nueva / Guardia Vieja, Francisco García Silva (2005)* se refiere precisamente a un código criollo: «...Puede parecer abstracto o hasta incomprensible, pero la verdadera realidad se encuentra codificada en ese halo que no se sujeta al tiempo ni al espacio [...] y se presta a ser observado, sentido, imaginado y recreado en el corazón de nuestra gente [...] con el espíritu de quienes poseen esa misteriosa, poderosa y a la vez sutil energía adscrita a su naturaleza etérica...».
Quizás sea la variedad y la intensidad de los componentes que constituyen esa intrincada urdiembre, que es nuestra cultura criolla, los que crean ese aroma de misterio y encanto que aún la cubre. Es tan apasionante intentar establecer, cómo es que se combinaron signos tan disímiles y distantes, como aquellos de los palacios austriacos y los pertenecientes a los ritos africanos. Sorprende también cómo nuestros autores populares de ayer, pudieron alambicarlos a ritmo de guitarras y cajón en el humilde pero a la vez noble callejón limeño —esa venerable cátedra del criollismo—. Blancos, negros y mulatos supieron convertir su música, su alegría y ternura, en energía transferible, que por los íntimos puentes imaginarios entre el pasado y el presente, nos fue transferida.
¿Pero tenemos los criollos alguna extraña facultad para reconocernos, juntarnos y comunicarnos?. F. García Silva también dice: «...tenemos que comprender o al menos aceptar que existe una infinita energía que proviene de nuestro corazón y que está enlazada al universo entero, más allá de las barreras del entendimiento, y que al trasmitirla y recibirla en ese divino y misterioso circuito, nos hacemos más hermanos y más puros, conocedores de lo que amamos y profundos amadores de lo que sentimos...».
Por todo ello, esta ventana está dedicada a todos aquellos que aún vibran con nuestras tradiciones y música criollas y para los que, en cualquier rincón del mundo donde estén, algún día descubran, —cuanto más pronto, mejor— que también llevan grabado en ellos, su código criollo.

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* Francisco García Silva (2005), El Código Criollo, Una reflexión en tiempo de valse, El Dominical de El Comercio, Lima, 30 de octubre.

miércoles, 20 de junio de 2007